Carlsen aprieta siete horas, pero no rompe el muro de Kariakin
El campeón provocó y explotó las imprecisiones del
aspirante, pero éste se zafó al borde del abismo
Magnus Carlsen sacó agua de las piedras, y a punto estuvo de ahogar con
ella a Serguéi Kariakin, desequilibrado ante la pericia del campeón. Pero éste
no fue preciso en el momento justo, y el aspirante recuperó entonces su
frialdad y virtuosismo técnico para firmar el tercer empate, tras casi siete
horas de lucha.
En efecto, Carlsen jugó muy rápido al principio, y
logró que Kariakin invirtiese mucho tiempo en decisiones de apariencia
sencilla.
El noruego olió la sangre, y procedió a lo que mejor
hace: apretar a su rival hasta reventar las costuras de la posición. Pero esta
vez no lo hizo con la precisión habitual; todo indica que en la jugada 42 pudo
haber comprimido el torniquete hasta que la presión fuera irresistible.
Carlsen porfió entonces en marear la perdiz, más ya
parecía demasiado tarde porque Kariakin había recuperado su temple y exactitud
habituales. Aunque la perdiz no mostraba síntoma alguno de mareo, el
escandinavo insistió e insistió, y logró poner de nuevo a Kariakin al borde del
abismo, pero el ruso mantuvo el equilibrio con un solo pie, y con cierta ayuda
por las imprecisiones de su rival, ya fatigado. Tras casi siete horas de feroz
pelea, el campeón ofreció por fin el empate
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